Poner en práctica una acción voluntariado internacional no siempre es sinónimo de irse lejos
26 abril, 2019
Poner en práctica una acción voluntariado internacional no siempre es sinónimo de irse lejos. Podemos poner en práctica nuestras intenciones en las realidades de nuestro entorno más cercano. En una situación social de conflictos y fracturas relacionales donde el cambio es percibido como alternativa de resolución, es indispensable que el primer cambio se realice en primera persona. Los cambios globales que la sociedad pide a gritos se convierten en creencias utópicas si primero no cambiamos nosotros con nuestro entorno más cercano.
El voluntariado se inicia con la participación comunitaria; participar activamente en las necesidades de los espacios donde nos desarrollamos diariamente. Sólo hay que hacer una observación activa cuando paseamos por las calles de nuestro barrio, para tomar conciencia de que todas las piezas con las que convivimos forman parte del todo de la comunidad, incluidos nosotros mismos. Abrir la mirada para incluir a aquellas personas que conviven entre nosotros pero que a veces, no sabemos que están ahí. El voluntariado pues es tomar conciencia del engranaje del que formamos parte, observar lo que sucede a nuestro alrededor y ver qué es lo que podemos aportar para que este todo que es nuestra comunidad pueda seguir desarrollando.
Este cambio de perspectiva tan obvio no lo podemos dar por supuesto. Las personas protagonistas de estas acciones en nuestro barrio, no las podemos dar por supuestas. La vecina que cada miércoles apoya un comedor social, no podemos dar por supuesta. El compañero de clase que va a hacer talleres de inglés a la residencia de ancianos los lunes por la tarde, no lo podemos dar por supuesto. No podemos dar por supuestas las acciones voluntarias que conviven entre nosotros en nuestro entorno diario, porque gracias a estas pequeñas acciones, el mundo cada vez se hunde menos y evoluciona más.
Invertir tiempo en los demás desde la empatía
«Los cambios globales se convierten en creencias utópicas si primero no cambiamos nosotros con nuestro entorno más cercano» Desde este cambio en primera persona, la acción voluntaria se convierte en un gesto desinteresado y altruista que influye en el crecimiento personal de los voluntarios / as que lo llevan a cabo. Así pues, esta repercusión no sólo tiene un impacto para los que reciben la acción voluntaria sino que el impacto también se ve reflejado en la vida de la persona voluntaria y en la de quienes lo acompañan. En tanto que el voluntariado supone dedicar un espacio de la rutina personal exclusivamente a la ayuda a los demás, invertir tiempo en la ciudadanía desde el valor de la empatía. Representa una acción donde dar es prioritario al recibir, reencontrarse con el sentimiento de solidaridad. Participar, invertir, actuar … en la comunidad para la satisfacción personal que por sí solo produce. Neus Ribas, voluntaria de la Fundación, lo define a la perfección: «Ser voluntaria ha dado un vuelco a mi vida. Ayudar me hace sentir útil».
Partiendo de esta reflexión, la afirmación popularmente conocida «el voluntariado es dar sin recibir» no es exactamente cierto. El voluntario / a no recibe algo material pero si vive un enriquecimiento de experiencias que contribuyen al crecimiento personal de manera bidireccional: por un lado hacia el voluntario / a y del otro al usuario / a al que acompaña. Así pues, ser voluntario / a no sólo correspondería al acto de ofrecer tiempo, sino de invertir tiempo para un bienestar personal y comunitario.
Valorar, acompañar y cuidar
La acción voluntaria en un sentido amplio no sólo es una tarea. Es un no dar por supuesto, es reconocer y valorar. Percibirla como una pieza más del conjunto de las entidades del tercer sector para que el mundo siga funcionando. La tarea de las entidades que requieren los servicios de voluntariado es valorar, acompañar y cuidar, es tener en cuenta la relevancia de la acción que llevan a cabo para que el todo de la entidad se pueda desarrollar. Es imprescindible reconocer el voluntariado como una pieza más del engranaje institucional que contribuye a dar respuesta a las necesidades del entorno. Sin embargo, la relación entre el voluntariado y la institución se convierte en una relación de retroalimentación, ayuda y valoración bidireccional. «El voluntariado es tomar conciencia del engranaje del que formamos parte, observar qué sucede y ver qué podemos aportar» Constituye una relación de colaboración, en la que el voluntario contribuye en alcanzar el objetivo de la entidad y la entidad ofrece el espacio para que el voluntario pueda desarrollar su bienestar.
El escritor y periodista Eduardo Galeano dijo: «Mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo». Galeano resume la esencia del voluntariado: acciones individuales para cambios globales. El voluntariado se convierte pues el tráfico de la reflexión en acción siendo un motor de cambio que potencia el crecimiento personal tanto del voluntario / a como del usuario / a, basado en el valor de la empatía aportando el sentido esencial de este valor
https://www.cooperatingvolunteers.com/
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