Cómo fomentar la autonomía en los niños

11 marzo, 2019

Promover la autonomía de los niños les permite alcanzar seguridad en sí mismos, importantes logros y muchas veces mejor rendimiento académico. Conozca cómo fomentar su autonomía, sin ponerlos en riesgo. 

No siempre tenemos claro desde cuándo o cómo debemos comenzar a trabajar los aspectos relacionados a la autonomía de los niños y, en muchas ocasiones, la necesidad de los padres que trabajan y que no cuentan con redes de apoyo, los empuja a apurar este proceso, lo que a veces puede provocar retrocesos más que avances. 

“La autonomía es la capacidad de una persona de obrar según su criterio, con independencia y capacidad de autogobierno. Llegar a construir dicha capacidad requiere de un largo proceso de desarrollo en la infancia, adolescencia y más allá, proceso que implica el despliegue de habilidades motoras, afectivas, cognitivas y relacionales, y la coordinación de todas ellas en la construcción de un sentido claro de sí mismo. Una enorme y paulatina tarea”, explica la docente de Psicología de la Universidad del Pacífico, Consuelo Martínez.

En primer lugar, la psicóloga plantea que un buen desarrollo de la autonomía depende, paradojalmente, de que la persona haya tenido una exitosa y satisfactoria dependencia. “Solo cuando el niño se siente seguro del cariño disponible y de la presencia efectiva e incondicional de quienes son sus figuras de apego primario, idealmente los padres, se puede arriesgar a alejarse de esa base segura, a explorar, a aprender; en suma, a ejercitar su autonomía”, indica.

Así, señala que un apego inseguro, dado por adultos afectivamente ausentes o disponibles de modo inestable e impredecible para el niño, afecta la necesaria confianza básica, la seguridad en el mundo y en sí mismo, dando como resultado niños retraídos y temerosos, que precisarán reparar esa herida en su confianza: “El niño será dependiente y poco capaz de gestionarse, o bien podrá lanzarse a una autonomía defensiva, falsa, a través de la cual intentará trasmitir la idea de ‘no importa, me las puedo solo’, que eventualmente podrá ponerlo en múltiples situaciones de riesgo”, precisa. 

Por lo tanto, es muy importante tener claro que la autonomía se construye paso a paso. “La autonomía no es una capacidad que se logre o que sea exigible por el hecho de declarar que el niño ‘ya está grande’ porque entró al colegio, por ejemplo. Ello podría provocar que los padres caigan en errores o negligencia”, advierte Martínez.

El paso a paso 

La experta de la U. del Pacífico dice que es central que los padres se den el tiempo de conversar y estar cerca de sus hijos, de modo de generar con ellos lazos de confianza, que les ayuden tanto en su autonomía como en la toma de responsabilidades que la vida les pondrá en las distintas etapas. 

“En este sentido, cuando los padres han hecho bien las cosas, les han dado tiempo, los han dejado elegir desde chiquititos, han acompañado y supervisado el proceso, no será necesario tener que recurrir después a sustitutos de esa buena base de crianza”, señala, refiriéndose a nuevas tecnologías como celulares o relojes inteligentes que permiten monitorear a los niños, o a herramientas como el whatsapp o Facebook, que serían un muy pobre sustituto de la asistencia materna y paterna. “Si bien permiten establecer contacto en cualquier evento importante y eso es útil, su uso como forma de control, puede ser experimentado por los hijos como invasivo y socavar la relación”, acota. 

De igual modo, llama a evitar dar autonomías malentendidas en edades inapropiadas, ya que si el niño no se halla en condiciones de gestionarlas, pueden dejar vacíos fuertes, que después pueden reflejarse en la estructura de personalidad. “Antes que mandar a un niño a su casa con la llave en el cuello, creo que hay que recurrir a otras redes, como la mamá de un compañero o sistemas de turno. Los niños necesitan contención humana, entonces hay que recurrir a los otros. Hay que generar otras herramientas humanas y no tecnológicas, donde la tecnología sea un recurso, pero que sea el último recurso y no el de entrada”, menciona. 

Para estimular la autonomía en los niños de hasta 6 años, la docente de la Universidad del Pacífico, Consuelo Martínez, recoge algunas recomendaciones de otras dos psicólogas, Hauessler y Rodríguez: 

– Fomentar la capacidad de elegir del niño: Para que aprenda a ser independiente y tenga confianza en sí mismo, necesita sentir a menudo que le está permitido elegir, opinar o decidir, lo que no es igual que dejarlo hacer todo lo que él quiera. Un niño puede ser muy obediente y ordenado, pero no ser capaz de tomar iniciativas en forma responsable. Cuando a un niño nunca se le permite elegir y siempre se le dice lo que debe hacer, no aprende a tomar decisiones. Para que aprenda es necesario que se le den oportunidades para ejercitar su razonamiento, elegir y comprobar las consecuencias de sus acciones. 

– Alentarlo a resolver sus problemas solo: Los niños desde muy pequeños poseen grandes capacidades para encontrar soluciones acertadas y muchas veces no desarrollan esta habilidad por falta de ejercitación. Los adultos debemos acompañar el proceso de aprender, sin interferir, y no reaccionar de inmediato cuando el niño está afligido y resolverle el problema. Hay que acompañarlo un rato en su malestar, animarlo a pensar alternativas y permitirle probar sus ideas, salvo que afecten su seguridad o la de otros. Esto fortalece su confianza en sí mismo y su creatividad. 

– Enseñarle a tolerar la frustración y aceptar las limitaciones: Hay limitaciones impuestas por su propia naturaleza que el niño debe aprender a tolerar. Que los trabajos no siempre resulten, que los dibujos no queden bonitos, que los juguetes se rompan, que otros corran más ligero o tengan cosas mejores, son hechos que el niño necesita aprender a aceptar. Si él tiene conciencia de su propio valer, podrá más fácilmente reconocer sus cualidades, limitaciones y tolerar las frustraciones que la vida cotidiana depara a todo el mundo. 

– Estimular su capacidad de comunicarse y decir lo que vive: Es muy importante permitirle expresar sus sentimientos, positivos y negativos, sin minimizarlos o ridiculizarlos; escucharlo con atención y darle legitimidad sin descalificarlo. Ello fortalece la confianza en sí mismo y la comunicación efectiva de sus afectos, necesidades, opiniones, etc., aspecto central para atreverse a enfrentar los desafíos de hacer cosas nuevas por sí solo.

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