Consejos para afrontar el diagnóstico del cáncer
31 enero, 2019
El cáncer sigue siendo una de las principales causas de muerte en el mundo. Según el último estudio de la Sociedad Española de Oncología Médica, el año 2019 se estima que habrá un total de 277.234 diagnósticos de cáncer nuevos en España, y que el aumento de los nuevos casos será el doble en las mujeres que en los hombres debido a la extensión del tabaquismo en el sexo femenino. Esto supone un incremento del 12 % de nuevos casos en los últimos cuatro años. Sin embargo, la supervivencia a la enfermedad es cada vez mayor gracias a la tecnología, los nuevos tratamientos y el diagnóstico cada vez más precoz de las células cancerígenas.
Tania Estapé, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y psicooncóloga de la Fundación para la Educación Pública y la Formación en Cáncer (FEFOC), da algunos consejos para afrontar el diagnóstico de la enfermedad:
- No anticiparse a los hechos. Ansiedad, nervios, sudores, temblores, palpitaciones y problemas digestivos son las principales reacciones que las personas pueden experimentar durante la espera de los resultados de una prueba. «El paciente se encuentra ante un motivo real por el que temer, y es inevitable que prevea qué ocurriría ante la confirmación de unos resultados compatibles con una enfermedad cancerosa», explica Estapé. Ante esta situación es importante intentar relajarse y tratar de no anticiparse a futuros escenarios.
- Aceptar las emociones negativas. Las emociones más frecuentes después del diagnóstico son el miedo, la ansiedad y la rabia, acompañadas de reacciones como la incredulidad. «Hay una sensación de que la vida se descontrola, porque de golpe se pasa a tener un circuito vital diferente de lo que hasta entonces se había vivido», subraya Estapé. Hay que aceptar las emociones desagradables o negativas que puede generar el diagnóstico o la anticipación de un tratamiento complicado, puesto que son coherentes con una situación dura o difícil. Pero también es importante aprender a posponer decisiones importantes, porque un paciente emocionalmente comprometido puede tomar algunas decisiones de las que luego podría arrepentirse.
- Compartirlo con el entorno más cercano. Puede haber pacientes que al principio no se vean capaces de hablar de ello, porque se encuentran en su propio proceso de adaptación, pero que quizás más adelante querrán compartirlo con el entorno más cercano. Estapé asegura que en muchos casos depende de la edad del paciente, el ciclo vital personal y familiar, el tipo de cáncer, el pronóstico y las relaciones sociales y familiares. «Cada paciente es un mundo y cada cual debe hacer lo que le haga sentir mejor, dado que hay personalidades más extrovertidas y otras más introvertidas», asegura la profesora. Sin embargo, se ha demostrado que las personas que perciben que tienen un buen apoyo familiar y social se adaptan mucho mejor a la enfermedad.
- Cómo explicarlo a los más pequeños. Una de las principales preocupaciones hoy en día es cómo afrontar la enfermedad cuando hay niños o niñas en casa. Estapé asegura que «el paciente no debe sentirse obligado o no a informar de la enfermedad a sus hijos, ni debe tener prisa para hacerlo», y que «es bueno dejar fluir las cosas y esperar a que llegue el momento adecuado». El mejor momento puede ser cuando son ellos mismos los que preguntan algo, ya que «los más pequeños notan cualquier cambio en la rutina y pueden cuestionarse por qué la madre no los acompaña al colegio». En cualquier caso, es recomendable ponerse en contacto con los maestros.
- No obligarse a ser positivo y estar animado. En la actualidad hay una falsa creencia que hace que casi sea obligatorio que las personas que contraen la enfermedad se sientan alegres e ilusionadas para asegurarse la curación. Sin embargo, aunque seguir las instrucciones médicas y someterse a los tratamientos indicados implica una actitud positiva y proactiva, esto no quiere decir que con esta actitud la enfermedad se cure, ni que el afectado deba esforzarse y exhibirse en todo momento, aunque no se sienta así.
- El papel de los familiares. El cáncer es, sin duda, un asunto familiar. Estapé apunta que los datos demuestran que «los familiares de enfermos tienen las mismas repercusiones psicológicas que el paciente», por lo que es normal recurrir a la ayuda de un profesional. La ayuda de los familiares es clave durante todo el proceso de la enfermedad: deben realizar todo tipo de tareas prácticas que implican el ámbito sanitario, administrativo y de intendencia (curar heridas, concertar horas de visita, comprar medicamentos, gestionar la baja laboral, etc.). Además de estas gestiones, los familiares hacen de intermediarios entre el paciente y el equipo sanitario en el ámbito comunicativo, puesto que son quienes detectan carencias o quienes ven la situación desde otro punto de vista. «Lo más importante es que la familia apoye al enfermo y que no huya de él en situaciones en las que expresa miedo, tristeza o rabia», apunta Estapé.
- Combatir el insomnio. Una vez en la cama, es habitual que el paciente empiece a tener pensamientos negativos y angustia y no pueda parar de dar vueltas. Si esto da lugar a episodios de insomnio recurrentes, es recomendable salir de la habitación e ir a otro lugar de la casa. «Lo que va muy bien es buscar una actividad que no sea muy elaborada pero que requiera atención, como ordenar fotografías y clasificarlas o coser, hasta que vuelva a coger el sueño», ejemplifica Estapé.
- Vida laboral. Una de las principales cuestiones una vez diagnosticado el cáncer es si hay que seguir con la vida laboral o debe dejarse de lado. «Todo depende de lo que signifique la vida laboral para la persona: hay quien disfruta del trabajo porque se encuentra en un espacio satisfactorio, y también hay quien lo vive como una actividad negativa o difícil», explica Estapé. En general, se recomienda que el paciente lleve una vida más o menos normal, porque es como mejor se sentirá. Sin embargo, también hay casos en los que las personas ven el cáncer como una oportunidad de reflexionar sobre su vida y deciden cambiar su rumbo profesional o ponerse a estudiar.
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