Un método de enseñanza realmente efectivo

28 febrero, 2017

Hace mucho tiempo que ejerzo mi profesión como maestra. Siempre lo he hecho con ilusión, con ganas y con esfuerzo, intentando como todos mis compañeros que se dedican a la docencia dar lo mejor de cada uno. A lo largo de estos años he ejercido en un C.R.A, he sido maestra de infantil, maestra de apoyo y en la actualidad ejerzo como maestra de Ed. Primaria en un colegio de Villanueva del Pardillo.
Hace unos años, me empecé a interesar por el APRENDIZAJE COOPERATIVO. Me fui formando con pequeños cursos y un máster;  y poco a poco comencé a transformar mi trabajo en el aula, basándome en esta metodología que hoy considero imprescindible. Esta forma de enseñar me ha enriquecido tanto a nivel profesional, como personal, me ha enseñado a colocarme en posición de “acompañante” en el proceso de aprendizaje de mis alumnos, en lugar de verme a mí misma como el adulto que inculca sus conocimientos en los demás.
He podido observar que los niños aprenden más cuando son ellos quienes construyen su aprendizaje y que esto se logra equivocándose, investigando, compartiendo… porque de esta manera es cuando de verdad los aprendizajes son sólidos y no simplemente algo memorístico que la mayoría de las veces se olvida fácilmente.
Veo en mi aula que esta forma de trabajar fomenta el compañerismo, la ayuda, la ilusión, la motivación…que todo y cada uno de ellos es una parte muy importante, que la aportación de cada uno contribuye al crecimiento de todos. Esto me permite atender individualmente a mis alumnos y dar a cada uno el espacio y el tiempo que necesita ya que cuando se trabaja de esta manera todos participan y se sienten importantes.
Todos los que “enseñamos” sabemos a lo que me refiero, en el aula hay 24 o 25 personalidades muy diferentes, niños muy abiertos, tímidos, maduros etc. y es muy fácil caer en el error de que cuando proponemos alguna actividad participen casi siempre los mismos. Con el trabajo cooperativo se logra que la participación activa de cada uno sea totalmente indispensable: “Jamás construiremos una torre sin el ladrillo que aporta cada uno”.
También observo que al hacer agrupaciones pequeñas a los niños les resulta más sencillo compartir con los compañeros y aportar sus propias ideas, que para los demás tiene un valor incalculable. Les permite ser como son y sacar de cada uno lo mejor que tiene, y ésta es la gran belleza de la educación, lo que de verdad nos permite desarrollarnos como seres humanos.
En la vida siempre necesitamos la ayuda del otro y ¿por qué no hacerlo desde el cole? Pues de eso se trata, de tener el firme convencimiento de que tanto puedo aportar yo al de al lado como él a mí.

Desde que trabajo de esta manera puedo decir que soy feliz en mi aula, tanto como los niños, que se apoyan, se ayudan, se respetan… o que saben que entre todos podemos lograr “un mundo mejor”, en el que tengamos claro que nadie tiene mayor valor, porque todos tenemos algo que aportar.
Esto es lo que cada día intento hacer, lo que me hace sentir orgullo por mi labor y tener la satisfacción diaria de estar haciéndolo lo mejor que puedo. Además, esta forma de trabajar me permite conseguir que el aprendizaje sea divertido, activo y participativo, sin caer nunca en el hastío.
Trabajar así me hace aprender y crecer, y sé que cada día para mí y mis alumnos es una sorpresa. En ellos veo la ilusión de sentirse importantes y de saber que todos y cada uno tienen algo que ofrecer. Tengo la certeza de que juntos podemos llegar a lo más alto.

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